
PAN vs. Andrea Chávez: entre el cinismo y el descaro
Si algo nos ha enseñado la política mexicana es que el cinismo no tiene partido. Ahora resulta que el PAN quiere vendernos la imagen de Andrea Chávez como el epítome de la corrupción, mientras sus propios cuadros hacen exactamente lo mismo, pero con menos destreza.
La joven senadora morenista, acusada de promover su imagen con recursos públicos, responde con un viejo truco de manual: señalar a la gobernadora Maru Campos y culparla de frenar convenios federales. En este duelo de impostores, la hipocresía es la verdadera protagonista.
El PAN, en su desesperación por desacreditar a Chávez, no solo recurre a los señalamientos de corrupción, sino que también cuestiona su edad, como si el descaro tuviera fecha de nacimiento. Mientras tanto, ella se atrinchera en la narrativa de la víctima perseguida, desviando la atención justo cuando LatinUS la pone en el centro de la polémica. Lo cierto es que ni Morena ni el PAN pueden esconder el hedor de la vieja política, aunque intenten disfrazarla con discursos renovados.
Andrea Chávez y el arte del oportunismo
En el tablero político de Chihuahua, Chávez está jugando una partida agresiva. No tiene facultades formales para gestionar salud pública, pero ha sabido llenar el vacío dejado por la incompetencia del secretario de Salud, Gilberto Baeza. Su red de consultorios y camiones médicos no solo la proyecta como una figura que “resuelve”, sino que también desnuda la inoperancia de un gobierno estatal que no sabe ni por dónde empezar.
Mientras tanto, el senador panista Mario Vázquez Robles brilla por su ausencia. Su labor en los municipios es inexistente y su única aparición relevante es en conferencias de prensa que no dicen nada. Su omisión ha permitido que Chávez capitalice políticamente la crisis en el sector salud, con un despliegue que parece más un acto de campaña que una gestión genuina.
Pero la ironía es brutal: la senadora de Morena intenta paliar los estragos de un sistema de salud que su propio partido destruyó con la desaparición del Seguro Popular. La estrategia es clara: primero desmontar lo que funciona, luego ofrecer remedios a medias y presentarse como la salvadora. La duda es si los ciudadanos distinguirán entre el asistencialismo electoral y las soluciones reales, o si se conformarán con la primera persona que les tienda una muleta.
El PAN y su doble moral en espectaculares
Mientras los panistas exigen sanciones para Andrea Chávez por presunta promoción anticipada, en la capital aparece la imagen de su secretario de Desarrollo Humano, Rafael Loera, en espectaculares bien colocados. ¿Y su justificación? La de siempre: que “desconoce” quién los pagó. Si el PAN quiere abanderar la legalidad, al menos debería disimular su hipocresía con más ingenio.
El caso Loera no solo pone en jaque el discurso anticorrupción del PAN, sino que también exhibe la lucha de facciones dentro del partido. Aunque algunos dentro del municipio ven con buenos ojos al funcionario, su protagonismo choca con los planes del círculo de César Jáuregui, quien no quiere que nadie se le atraviese en la sucesión de Marco Bonilla. En un partido que presume unidad, las grietas son cada vez más visibles.
Mientras tanto, los panistas denuncian el financiamiento de los camiones médicos de Andrea Chávez, pero Loera derrocha en autopromoción sin mucho recato. Al final, ambos bandos están ocupados señalándose mutuamente por los mismos vicios, sin asumir responsabilidades. En esta guerra de acusaciones, la ciudadanía queda atrapada entre la propaganda, el descaro y la ausencia de soluciones reales.