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SOMOS NUESTRA MEMORIA | Mil Millones de Gordos

Foto: Pixabay

Por Boris González Ceja

Ya somos más de mil millones de obesos en el mundo, o gordos, como vulgarmente se les dice en la calle. Esta condición afecta su salud mental y la vida de las personas y sus familias, especialmente de niñas, niños y adolescentes, con estigmas asociados, complicaciones comunitarias por la convivencia y graves problemas de salud física como enfermedades crónicas degenerativas congénitas tales como diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares, y un largo etcétera.

La obesidad genera más del 70 % de las muertes anuales, amputaciones y merma de la calidad de movilidad y vida; se genera por conductas y procesos cognitivos que bien pueden atenderse desde la psicología, incluso es más económico el tratar con terapia psicológica los desordenes alimenticios, ya que sus efectos dejan en las personas no únicamente la salud vulnerada, sino también los bolsillos; los empleadores y el sistema de salud deberían atender de manera profesional la salud mental por dichos padecimientos.

Resaltan los síntomas mentales de la obesidad con el dolor que genera la incertidumbre, estrés y angustia, como causa y efecto. Saltan a la vista las afectaciones en la familia, donde la ansiedad y la depresión se hacen presentes de manera dramática, así como la falta de autoestima; muchas veces sin atención, casi siempre con consecuencias indeseables, las y los pacientes con obesidad llevan en el cuerpo las marcas de decisiones, de postergar la satisfacción y de políticas que desconocen. La obesidad como malnutrición genera problemas notables donde la razón de género cobra su cuota, donde las mujeres suelen ser más en casos de sobrepeso y obesidad, con dietas altas en azucares y grasas por sentir la necesidad de saciedad y por ansiedad que sólo ciertas comidas pueden controlar: muchas personas se tragan cualquier cosa que les dan, y allí van cavando su tumba.

En una ocasión tuve el honor de trabajar como psicólogo en una clínica contra la obesidad del ISSSTE, donde pude testimoniar los esfuerzos que hacen endocrinólogas, enfermeras y médicas en temas de salud, salud mental y motivación, algo que si no se atiende, profundiza la enfermedad.

He visto como muchos pacientes hombres tienen obesidad y una adicción al alcohol que los domina, profundizando su ruina pero siguen pensando que es una respuesta adecuada para su problema, no pueden detenerse y no van a parar hasta que existan razones “superiores” que los hagan cambiar sus hábitos.

“Gordos, obesos, marranos”… el estigma ligado a la obesidad muchas veces se encuentra ligado a la discriminación en temas de sobrepeso y obesidad, sobre todo propiciando una idea de que la obesidad es una elección personal, cuando no siempre ni mayormente es así: se olvida muchas veces la vida inconsciente, o que algunas personas tienen problemas de tiroides, o dificultades gatrointestinales u hormonales que les generan dicha condición y que no son atendidos.

La percepción negativa contra las personas obesas encuentra en su vanagloria tiktokera de la gordura su corolario, con personajes como el Ñoño o Pedro Picapiedra, Ramoncito de Culiacan (que amo por su forma de ser pero su obesidad no le ayuda).

En las escuelas se aprende mucho por la convivencia, siendo en ocasiones agresiva entre la niñez y adolescencia, con casos notables de discriminación contra estudiantes obesos, ya que se les considera como pobres de voluntad, flojos, y se les excluye de las actividades con sus compañeros.

El tema de la sexualidad adviene con interés especial en estos temas de salud, sobre todo por la falta de sangre en el pene o clítoris, ocasionando dificultades para lograr el orgasmo sexual en la mujer o la disfunción eréctil en los hombres.

Ni que decir de la discriminación que sufren las personas que cursan con obesidad cuando están con psicólogos (si, los psicólogos tambien discriminan), cuando los hacen pasar por enfermos, supuestamente con más síntomas psicológicos severos, más atributos negativos y con supuesta peor respuesta al tratamiento, algo que es evidentemente un error, y es mejor cambiar de psicólogo.

Causas y azares…

Hasta la próxima, que el peor laberinto no es esa forma intrincada que puede atraparnos para siempre, sino una línea recta única y precisa.

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