Descanso, el privilegio de pocos en la cultura de la productividad sin fin

México fue pionero en el mundo en elevar el descanso como un derecho laboral. Sin embargo, nos hemos quedado muy lejos de eso y ahora somo el país donde más se trabaja sin parar, lo cual no se ha traducido en mejores ingresos.

“El descanso no es un privilegio, es una necesidad. No es un premio, es un derecho”, dice Fátima Masse, directora de Sociedad incluyente del Instituto Mexicano para la Competitividad (Imco). Lo dice para quienes leen esto y para sí misma, pues tampoco ella ha podido escapar de inacabables jornadas de trabajo o de la mortal cultura de la productividad sin fin.

El apuro económico, un empleo altamente demandante, el mal liderazgo de alguien más, el anhelo de tener un mejor puesto, el alto compromiso con nuestra actividad, la introyección de un modelo que enalteció el atiborrar nuestro tiempo de trabajo y la discriminación y violencia laboral nos tiene exhaustas a muchas personas. Sobre todo, a aquéllas que forman parte de algún grupo históricamente excluidos.

La imagen de un hombre en un escenario rural, con ropa de manta, sentado en una calle y dormido a pleno día, cubriéndose el sol con semejante sombrero es la que se ha vendido en México y el extranjero, dice Naxhielly Espíndola, del colectivo Juvenil Intercultural Nuestras Voces.

“Es muy fuerte y doloroso porque es lo contrario. La gente trabaja dos o tres turnos para tener ingresos extras y sostener su vida y la de su familia. Trabajan a un límite extenuante. Además de acusar a los pueblos indígenas de flojos, se les exige que para salir de una situación de pobreza deben trabajar sin descanso, sin ver que su condición es producto de una estructura histórica y social”, expresa.

La investigadora y constitucionalista Celia Mora Donnato señala en su artículo Derecho al esparcimiento que en el siglo XVI que, con el surgimiento de la economía de mercado, el concepto de ocio decayó a “ociosidad, pues en dicho contexto histórico el trabajo pasa a ser el elemento que dignifica al hombre y la ociosidad es condenada”.

Pero por las diversas luchas laborales de los siglos XIX y XX “el concepto descanso se empieza a utilizar” como un derecho del trabajo, explica la académica del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

México fue pionero en el reconocimiento del derecho al descanso, desde 1917 está plasmado en la Constitución que se reformuló tras la Revolución. Y fue hasta 31 años después, en 1948, cuando lo adoptó la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Sin embargo, somos el país de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) donde la gente trabaja más tiempo. El promedio para las naciones que conforman ese grupo es de 1,687 horas al año, pero aquí cumplimos con 2,124 horas anuales.

Migrantes, informales e infancias exhaustas

En México, el 44% de la población vive en pobreza, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval). “La vida se ha vuelto más cara, los salarios se han estado estancado a pesar de los esfuerzos por subir el salario mínimo. En muchos hogares tienen varios trabajos para completar los ingresos que requiere la familia”, señala la economista Fátima Masse.

Para algunas personas la historia de una vida sin descanso comienza desde muy temprana edad. La segunda razón por la que niñas, niños y adolescentes laboran (20% del total) es para pagar su escuela y/o propios gastos, según la última Encuesta Nacional de Trabajo Infantil.

Y estudiar implica un doble esfuerzo para quienes viven en comunidades indígenas o afrodescendientes, pues “las enseñanzas son en castellano y las escuelas de estudios superiores están fuera, así que hay que migrar”, dice Naxhielly Espíndola.

No todas las personas logran seguir más allá del bachillerato, por lo que tendrán menos posibilidades de tener un trabajo en la formalidad, agrega. En México, el 56% de la población labora en la informalidad.

Naxhielly Espíndola migró de Huajuapan de León, en la región Mixteca de Oaxaca, para cursar Estudios Latinoamericanos en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Muchas personas llegamos a las periferias” y muchas se quedan ahí.

“Eso implica transportarse varias horas para acudir a la escuela o un trabajo que ni siquiera está bien pagado y que está en la informalidad. A diario, cuatro horas de tu vida se van en el transporte público, eso es muy cansado”.

La informalidad está ligada al incumplimiento de derechos laborales básicos, “pero en el Imco hemos analizado esto y la población que no cuenta con prestaciones como el aguinaldo o las vacaciones con goce de sueldo, es menor a la informalidad, es de 35.6 por ciento. Es decir, algunas personas no tienen contrato, pero sí les respetan el periodo vacacional”, detalla Fátima Masse.

Más vacaciones y menos días de trabajo, ¿para quiénes?

Contar con vacaciones en la formalidad o en la informalidad no resuelve el problema de contar un periodo de descanso, pues hay al menos otros tres retos a la vista. El primero “es que la Ley Federal del Trabajo otorga apenas seis días a partir de un año en el empleo. Nos parecemos más a países como Estados Unidos, donde no tienen un mínimo de vacaciones garantizadas, contra el caso de la Unión Europea, donde la mayoría de los países otorga entre 20 y 25 días de arranque”, destaca la representante del Imco.

La senadora Patricia Mercado (Movimiento Ciudadano) está impulsando una iniciativa para aumentar el mínimo de vacaciones tras el primer año de trabajo a 12 días. A partir de ese periodo, irían aumentando otros tantos. Sin embargo, algunos sectores de la iniciativa privada se han opuesto a esta reforma.

Para Naxhielly Espíndola, además del corto tiempo de los días de vacaciones hay otro problema. “Las personas con más de un empleo descansan en uno, pero siguen en el otro”. Total, que quienes tienen más necesidad de ingresos no pueden descansar.

Y, en tercer lugar, “las vacaciones son un descanso y no todas las personas se lo permiten. Hasta en los pueblos se reproduce la idea sobre el éxito ligado con tu ingreso económico, y para conseguirlo tienes que producir y producir. Bajo esa lógica, a quienes no trabajan lo suficiente se les señala y se les condena”, agrega.

Y si a todo eso se le suma que “la mayoría no conocemos nuestros derechos laborales, es fácil estar inmersos en la cultura de la productividad. Ni siquiera piensas en un descanso, sólo asumes un rol de producir. Si no, eres flojo”.

También el Senado se ha propuesto implementar semanas laborales más cortas. Recientemente el magnate Carlos Slim propuso jornada de tres días. “En México alrededor del 20% de la población ocupada, o sea uno década cinco, trabaja más de 48 horas a la semana. Y no es solamente porque les retengan más horas en su empleo, sino porque muchas personas tienen otros empleos”, dice Fátima Masse.

“Hay mucha estadística que nos permite ver que en México el descanso es un privilegio. Y una de las raíces del problema es que tenemos una concepción muy retrógrada de la productividad, pues se mide por cuántas horas pasas en el trabajo o cuántas horas te conectas al día y no por los resultados”, concluye.

Con información de El Economista