Buscan combatir el plagio de textiles artesanales con nueva Ley Federal

México está entre los primeros tres países con mayor producción artesanal, más de 12 millones de personas se dedican a las artesanías. Y el sector textil ocupa el segundo puesto de producción de la gama artesanal mexicana. Sin embargo, entre 2012 y 2019, al menos 23 marcas internacionales han plagiado diseños textiles artesanales de comunidades mexicanas, de acuerdo con el conteo de la ONG mexicana Impacto.

La realidad es que, a pesar de que el país cuenta con un amplio y rico patrimonio cultural, no se le ha dado protección adecuada y suficiente. El plagio de textiles artesanales ocurre por la falta de regulación para la protección de derechos de propiedad intelectual colectiva que retribuyan la autoría a las comunidades artesanas. No obstante, se perfila una luz al final del túnel, pues el 17 de enero pasado entró en vigor la nueva Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural de los Pueblos y Comunidades Indígenas y Afroamexicanas, que promete visibilizar y frenar esta problemática.

Los textiles artesanales mexicanos son parte del patrimonio cultural que debe ser protegido por esta ley, pues traen consigo técnicas y conocimientos ancestrales que se han transmitido por generaciones, además de representar en su iconografía elementos intrínsecos de los pueblos indígenas. De acuerdo con ‘Arantza’ —se usa un pseudónimo para proteger su identidad—, “nuestros textiles llevan una parte de nuestra comunidad y de nuestra esencia”. Como integrante de un colectivo de artesanas de San Antonino, Oaxaca, cuenta que, al igual que muchas otras mujeres de su comunidad, aprendió a bordar desde niña y es a lo que se dedica actualmente, además de representar al colectivo.

La joven explica que una prenda tradicional de San Antonino puede tardar hasta tres meses en ser confeccionada. Los vestidos y las blusas se hacen desde cero: se cortan las telas, se dibujan las flores típicas a lápiz y van bordando por partes hasta que unen todo para obtener la pieza final. Además, estas prendas cuentan con cuatro elementos principales:

  1. Los pensamientos, que son las flores bordadas.
  2. El deshilado nacional.
  3. Las semillas, que suelen ser las uniones de las piezas que componen la prenda y se hacen tejidas a gancho.
  4. El “hazme si puedes”, que es una pequeña y delicada franja bordada con muñequitos que representan la guelaguetza, es decir, el apoyo entre las personas de la comunidad.

De acuerdo con Vicky, artesana del colectivo Ääts de mujeres Ayuujk, de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca, el proceso de elaboración de una prenda tradicional de Tlahuitoltepec toma aproximadamente de cinco a siete días. Al igual que las de San Antonino, las prendas tradicionales Ayuujk se hacen por partes: se cortan las telas para hacer cada pieza de la prenda, se bordan y finalmente unen todo. En la iconografía de sus bordados, se suelen encontrar magueyes, flores y soles que forman parte del paisaje de la comunidad, así como montañas, que representan la Sierra Mixe, donde se encuentra Tlahuitoltepec, y líneas que representan los largos caminos para llegar a la comunidad.

Nuestra ropa, nuestras tradiciones

El trabajo textil de las comunidades indígenas no son solo prendas o pedazos de tela con un valor estético, sino que representan conocimientos y técnicas ancestrales, así como significados valiosos para la comunidad. Cuando una marca o un tercero comete plagio, se roba parte de su identidad y de su tradición. Ambas artesanas han visto casos de plagio hacia los textiles de sus comunidades. Vicky afirma que “ha habido muchos casos desde el 2014, el más conocido es el de la francesa Isabel Marant”.

La gente estuvo dispuesta a pagar por comprar la blusa plagiada por la marca internacional antes que comprarla directamente con las artesanas indígenas. Vicky dice que, al menos en los casos de plagio hacia los textiles de su comunidad, no se ha hecho mucho: “Cuando ha habido casos de plagio, lo más que se hace es el escándalo público, y les piden a las marcas que hagan disculpa pública, pero nada más”.

‘Arantza’ cuenta que también los diseños tradicionales de San Antonino han sido plagiados en varias ocasiones. Actualmente, están viviendo un caso de plagio por parte de la marca de fast fashion Shein. En este, lo que la marca hizo fue replicar el patrón de las flores bordadas de la comunidad en un tipo sello que se estampa en las blusas y luego se borda a máquina. Esto hace que el tiempo de producción se reduzca significativamente y, por lo tanto, los costos disminuyen, lo que les permite vender las blusas mucho más baratas que las artesanas de la comunidad de San Antonino.

De acuerdo con ‘Arantza’, la gente no suele valorar el trabajo manual y, al ver una opción más barata, prefiere comprar en Shein y no con las artesanas. Por lo tanto, además de robarles el patrimonio de la comunidad, las marcas les quitan clientes y las invisibilizan. Por ahora, algunas mujeres de su comunidad están intentando levantar una demanda en contra de Shein, pero aún no se sabe cuál será el resultado.

Plagian y ganan 

Así como estos casos de plagio, ha habido muchos más de distintas marcas y diseñadores hacia varias comunidades indígenas mexicanas. Un ejemplo ocurrió en 2017: Mango, la multinacional española, lanzó un suéter con diseños bordados de Tenango de Doria, Hidalgo.

Tras los mensajes de molestia y presiones en redes sociales, el director de comunicación de Mango, Guillermo Corominas Palomar, respondió que los dibujos y diseños mexicanos eran como “una fuente de inspiración” y que los habían encontrado en internet. Se comprometieron a sacar la prenda del mercado y a apoyar a estas comunidades a través de su departamento de Acción Social, que analizaría vías de colaboración para resarcir los posibles daños causados.

Un año más tarde, en 2018, bordadoras de Aguacatenango, Chiapas, acusaron a la marca española Zara de plagiar una vez más sus textiles tradicionales.

La ONG Impacto ha apoyado a estas artesanas para denunciar públicamente el plagio. La entonces directora de Impacto, Adriana Aguerrebere, dijo a eldiario.es: “Hay una protección al patrimonio individual con los derechos de autor, pero no al patrimonio colectivo que lleva cientos de años. La legislación no las protege porque no hay una organización colectiva que pueda hacer vinculante una ley y las autoridades no atienden estos casos”. Por lo tanto, en ese momento no se pudo proceder a una demanda o denuncia legal que indemnizara a las tejedoras de Aguacatenango por parte de la marca del grupo Inditex.

Otro caso que se dio a conocer fue en 2019, cuando la marca Carolina Herrera realizó y vendió un vestido basado en el sarape de Saltillo. Al igual que en el caso de Mango, se hizo un escándalo en redes sociales, además de que la Secretaría de Cultura envió una carta a Wes Gordon, director creativo de la marca, y a Carolina Herrera, por el plagio del patrimonio cultural mexicano. Sin embargo, de acuerdo con la declaración que hizo el director del Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, Iván Márquez, a Notimex: “Aunque el sarape de Saltillo cuenta con registro de propiedad industrial, la obra creativa permanece sin respaldo; por lo tanto, no se pudo proceder mediante acciones legales contra la firma internacional Carolina Herrera”.

La luz al final del túnel 

Así como estos, ha habido muchos casos más en los que se ha plagiado el patrimonio cultural mexicano y en los que no se han podido tomar acciones legales al respecto. Es por esto que, con el fin de encontrar una solución, la senadora por Oaxaca, Susana Harp, presentó en 2018 una iniciativa de ley para proteger y regular el uso del patrimonio cultural.

Tras tres años de revisión y proceso legislativo, en noviembre de 2021 se aprobó la ley en el Senado y entró en vigor el 17 de enero de 2022.

La abogada Begoña Cancino, experta en el derecho de propiedad intelectual, explica que la nueva legislación representa un gran avance, tomando en cuenta que hasta hace muy poco se consideraban de dominio público las expresiones culturales de las comunidades indígenas; es decir, que podían ser usadas y explotadas libremente por cualquier persona del mundo. La ley viene precedida de una reforma a la Ley Federal del Derecho de Autor en la que el patrimonio cultural se dejó de reconocer de dominio público.

De acuerdo con el artículo 1 de la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural, esta legislación “tiene por objeto reconocer y garantizar la protección, salvaguardia y el desarrollo del patrimonio cultural y la propiedad intelectual colectiva de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas”. Asimismo, de acuerdo con el artículo 2, busca “establecer las sanciones por la apropiación indebida y el uso, aprovechamiento, comercialización o reproducción, del patrimonio cultural, conocimientos y expresiones culturales tradicionales de los pueblos y comunidades indígenas y afromexicanas, según corresponda, cuando no exista el consentimiento libre, previo e informado de dichos pueblos y comunidades o se vulnere su patrimonio cultural”.

Esta ley busca crear nexos entre distintas secretarías con la Secretaría de Cultura, que es la encargada de ejercer y administrar la ley. También debe asegurar que existan contratos entre las comunidades indígenas y terceros en caso de consentimiento del uso de elementos del patrimonio cultural; estos deben ser temporales (de no más de cinco años), se deben firmar ante las autoridades y se requiere que estén presentes traductores para que las comunidades estén al tanto de lo que se está firmando. Por otro lado, la ley contempla que se apliquen las sanciones necesarias en caso de violación a lo estipulado.

A pesar de tener algunas limitaciones, la nueva Ley de Protección al Patrimonio Cultural intenta abrir camino para eliminar o al menos disminuir casos de plagio de las expresiones culturales tradicionales. Aún falta que se publique el reglamento adjunto a la legislación, en el que se deben aclarar algunos puntos y procedimientos que aún no están del todo definidos.

¿Qué nos toca hacer? 

De acuerdo con las artesanas, Vicky, del colectivo Ääts, y ‘Arantza’, del colectivo artesanal de San Antonino, Oaxaca, los pasos para consumir y portar las prendas o textiles artesanales de forma respetuosa son:

  1. Procurar comprar directamente con las artesanas.
  2. Tener curiosidad, preguntar o saber quién hizo la prenda.
  3. Conocer la técnica y el proceso de elaboración, reconocer todo el trabajo que hay detrás y respetar el precio que las artesanas asignaron a cada prenda.
  4. Evitar modificar la prenda, por ejemplo, no acinturarla o cortarla, etcétera.
  5. Portarla con respeto y orgullo, saber que ese trabajo textil representa a la comunidad y es parte de su esencia.

Con información de Animal Político