Tecnología más cerca cada vez de la creación de ciborgs

En el Laboratorio del doctor Andrew Jackson del Instituto de Neurociencia en la Universidad de Newcastle desarrollan una prótesis neural para restaurar la función de la mano después de una lesión de la médula espinal. Su trabajo explora tres de los desafíos fundamentales que enfrenta el desarrollo de este tipo de implantes que involucra un conjunto de electrodos colocados en la corteza cerebral: la miniaturización electrónica del dispositivo, el registro de señales del cerebro y la adecuada estimulación de la médula espinal.

Este tipo de tecnologías forman parte de la llamada human augmentation o tecnologías de aumento, que buscan desarrollar alternativas para mejorar la calidad de vida de quienes tienen alguna discapacidad, pero también impulsar las capacidades humanas más allá de sus límites naturales.

Con la pandemia se ha intensificado el uso de herramientas tecnológicas. Esta forzada cercanía parece aproximarnos un poco más deprisa a otro tipo de avances científicos y tecnológicos, como los que rodean el concepto de human augmentation. Ya nada parece ficción.

Uno de los ejemplos más ambiciosos de este tipo de tecnologías lo propone Neuralink, la start-up de neurociencia de Elon Musk. Con mucha publicidad de por medio, como todos sus proyectos, hace un par de meses este visionario de la tecnología que lo mismo manda cohetes al espacio, planea controlar el Internet de todo el mundo o ser el líder de la industria de vehículos autónomos, presentó los avances de un implante neuronal que permitiría a personas controlar una computadora o un dispositivo móvil con sólo pensarlo.

Neuralink se centra en la fabricación de interfaces cerebro-computadora con las que busca tratar una amplia gama de lesiones y trastornos neurológicos, pero la compañía también espera, a medida que los dispositivos se vayan optimizando, crear opciones que incluso las personas sanas puedan utilizar para extrapolar sus capacidades. Lo que bien podría ser un capítulo de la serie futurista “Black Mirror” es materia cotidiana de exploración en muchos laboratorios en todo el mundo que siguen estudiando el camino de la también llamada Human 2.0 a través de sus diferentes áreas: sensorial, cognitiva, motora, fisiológica y medioambiental.

Lo ético, no se deja de lado: en el libro Truly Human Enhancement A Philosophical Defense of Limits (Mejora realmente humana. Una defensa filosófica de los límites), Nicholas Agar, experto en ética y tecnología de la Universidad de Wellington, en Nueva Zelanda, señala que las tecnologías de aumento ofrecen una visión más atractiva del futuro y de nuestra relación con la tecnología, pero al intentar mejorar radicalmente las capacidades cognitivas humanas se puede crear inadvertidamente seres (“pospersonas”) con más beneficios y una prefabricada supremacía moral que pudiera abrir nuevos abismos en las sociedades del mundo.

Pero hay muchos especialistas que, literalmente, mantienen los pies en la tierra.

El doctor Hugh Herr, quien dirige el grupo de Biomecatrónica en el MIT Media Lab del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha focalizado su trabajo en la creación de extremidades biónicas que emulan la función biológica de los miembros naturales. Herr, quien vive con una doble amputación por un accidente en su juventud, es responsable de revolucionarios avances que brindan mayor movilidad y nuevas esperanzas a las personas con discapacidades físicas a través de la biomecatrónica, tecnología que combina la fisiología humana con la electromecánica.

Con dos prótesis con las que corre todas las mañanas y escalando mejor que cuando tenía sus extremidades reales, Herr, en sí mismo, es fehaciente prueba de sus adelantos. Su equipo también fue el responsable en desarrollar el primer exoesqueleto autónomo. El diseño de esqueletos externos puede ayudar a una persona con discapacidad de movimiento a movilizarse, pero también a enfrentar actividades peligrosas en las que el contacto directo podría representar un riesgo.

NUEVOS RETOS

Un estudio de la empresa de ciberseguridad e investigación sobre alcances tecnológicos Kaspersky reveló en un estudio de 16 países que 63% de los encuestados consideraría cambiar sus capacidades físicas inherentes implantando o alojando algún elemento tecnológico en sus cuerpos, ya sea de forma permanente o temporal.

En Suecia, por ejemplo, uno de cada cinco empleados de TUI, una empresa multinacional especializada en turismo, tiene implantado un microchip del tamaño de un grano de arroz en la mano para acceder a ciertas áreas de la empresa, abrir su casillero o hacer funcionar las impresoras. Los que aceptaron se dicen felices de no tener que lidiar más con tarjetas y claves de seguridad. Sin embargo, las dudas persisten. Para 88% de los encuestados por Kaspersky el principal temor es que sus cuerpos puedan ser hackeados por ciberdelincuentes. Por otra parte, 69% temen que el uso de las tecnologías de aumento sólo pueda estar al alcance de los más privilegiados.

Roberto Martínez, quien pertenece al equipo global de investigación y análisis en Latinoamérica de esta compañía, señala que si bien siempre que surge un nuevo tipo de tecnología es costosa, tras la masificación cambian los escenarios y empieza a tener un nivel de penetración diferente. “En el caso de las tecnologías que van enfocadas a la augmentation, nos ha tocado ver en los últimos meses el surgimiento de startups que dirigen sus esfuerzos en desarrollar tecnologías de bajo costo y este tendencia puede crear un balance”, señala Martínez y agrega que por otro lado, cada vez aparecen más especializaciones ligadas a esta tecnología, como la ingeniería mecatrónica con más profesionales en las diferentes áreas. Para Martínez, al igual que ha pasado con otras tecnologías, como los teléfonos inteligentes, llegará un punto de mayor accesibilidad”.

Para el especialista, el verdadero reto en este tipo de temas es que deberían considerarse en políticas públicas y agendas legislativas. “Siempre se ha tomado la tecnología como ‘un tema de ingenieros’, pero no se enfoca más en cuestiones legales. Martínez, dice que no sólo hablando de tecnologías de aumento, sino de cualquier tipo de tecnología, y sobre todo ligada a temas médicos. “Se habla de robótica, pero hay aspectos que no se consideran, por ejemplo, existen aparatos que hacen cirugía con un nivel de precisión impresionante, pero si alguno de estos instrumentos falla, a quién se considera responsable: ¿al médico que opera?, ¿al hospital?, ¿al que da mantenimiento al equipo?, ¿al fabricante? Aún no hay claridad en varios aspectos, hay huecos legales”, señala y subraya que se tendría que ahondar en el área legal con la participación tanto de expertos en tecnología como en salud”.

Por otra parte, Martínez apunta que en el uso de la tecnología hay una corresponsabilidad de diversos sectores, por eso sería óptimo que desde el diseño y la fabricación de cualquier tipo de herramienta tecnológica este implícito el concepto de ciberinmunidad, es decir, que un producto brinde más garantías al usuario desde su creación. “Desafortunadamente te das cuenta que por ejemplo venden sistemas de cámaras de seguridad que nunca van a recibir una actualización que los proteja, de tal forma que el cliente no sabe que un grupo de atacantes podría tener imágenes del interior de su casa”.

En la protección de riesgos, después viene la responsabilidad de la implementación. “Por ejemplo, el proveedor de la banca en línea debe garantizar transacciones de forma segura, pero como usuario hay corresponsabilidad. Si se usan programas piratas en la computadora, el riesgo prevalece”, señala y enfatiza que estos ejemplos, que vivimos cotidianamente, pasarían de igual forma con las tecnologías de augmentation. Para el analista de seguridad, una nueva tecnología puede mejorar la vida, pero se debe asumir esa nueva vida hasta con el sentido común para proteger la privacidad.

Con información de Agencias